Medir el Impacto de las Decisiones
Las enseñanzas de «La Paradoja del Barbero»
En un lejano poblado de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos solo afeitaran a aquellas personas que no pudieran afeitarse a sí mismos. ¡Ah! e impuso la norma de que todo el mundo estuviera afeitado, (no se sabe si por higiene, por estética, o por demostrar que podía imponer su santa voluntad y mostrar así su poder). Cierto día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias:
—En mi pueblo soy el único barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, ¡que soy yo!, ya que, si lo hago, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto ¡no debería afeitarme! pues desobedecería vuestra orden. Pero, si por el contrario no me afeito, entonces algún barbero debería afeitarme, ¡pero como yo soy el único barbero de allí!, no puedo hacerlo y también así desobedecería a vos mi señor, oh emir de los creyentes, ¡que Allah os tenga en su gloria! (Adaptada por Manuel López Mateo – Los conjuntos).
Esta paradoja del barbero enunciada por Bertrand Russell a principios del siglo pasado para demostrar que la teoría original de conjuntos de Cantor era contradictoria, nos lleva a pensar en las decisiones que día a día toman los distintos responsables de las empresas en un contexto complejo como el argentino.
- ¿Cuántas veces se fijan sistemas de incentivos y se encomiendan tareas a gerentes y supervisores que con solo efectuarlas caerían en contradicción?
- ¿Cuántas veces se establece que es prioridad velar por la calidad de los productos, pero al mismo tiempo se compran materia prima o servicios baratos y sin ningún tipo de control, o se exigen altos niveles de higiene del personal e instalaciones sin suministrar equipamiento o ni siquiera asignar el espacio solo por una cuestión de estética?
- ¿Cuántas veces se desintegran buenos equipos de trabajo solo por demostraciones de poder?
En el día a día estos problemas complejos son de alguna manera resueltos para seguir adelante. Cada uno hace lo que puede para posicionarse y continuar con el trabajo, tratando en lo posible de minimizar sus pérdidas y mirando de reojo al superior como esperando un guiño que en definitiva exprese: “No te preocupes, es más de lo mismo”.
Por Diego Rimmaudo
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